dijous, 6 de gener del 2011

Poomse a IBpod (12/03/2010)

El cautivador enigma del folk rock invisible

  • Desde Sonic Youth o Pixies hasta otros como PJ Harvey, como faro guía
Por más recios que fueran los marineros griegos, la leyenda decía que acababan por sucumbir al canto de las sirenas. Su fuerza física no tenía nada que hacer frente a aquella música enigmática y cautivadora. Kafka aseguraba que cuando Ulises decidió atarse al mástil del barco y tapar sus oídos



 con cera, ellas optaron por no cantar. Y que el silencio de las sirenas fue aún más poderoso que su voz, igual que los adversarios invisibles sobre los que se erigió Poomse.
Cuando Llorenç Rosselló dejó de lado la época de las bandas adolescentes y empezó a componer para él mismo, vio que las canciones proliferaban como champiñones. Se escribían prácticamente solas entre acordes de guitarra, pero luego todas iban a morir al mismo sitio: el cajón de los objetos perdidos y un par de oídos familiares. La idea de un nuevo grupo le sobrevino en 2006, cuando descubrió en myspace el altavoz omnipresente capaz de llegar a todo. "Fue al ver que mi música interesaba cuando decidí echarle más horas", confiesa.
El esqueleto de guitarra al que estaba acostumbrado cambió su concepto cuando Poomse –con nombre de ejercicio de taekwondo– vio la luz. La columna vertebral se compuso entonces de bases electrónicas, samplers y voces a los que iba añadiendo elementos. Los grupos del indie americano de finales de los 80 y los 90 eran su faro guía: desde Sonic Youth o Pixies hasta otros como PJ Harvey o Portishead.
Aquella verborrea musical desembocó por pura necesidad en una maqueta a final de año. The phantom hand’s theory recogía ya once temas fruto de una decena de experimentos de electrónica, distorsión y ruido. El primer salto llegó un año después con la entrada de Llorenç como guitarrista de Petit. "Aquella experiencia supuso la exteriorización, la oportunidad de coger tablas en un grupo de verdad", asegura.
Poomse era un proyecto de hombre orquesta. Bajos y baterías pregrabados, casiotone, samplers de otros discos a los que cambiar el tempo y otros efectos. Un folk rock con un lado tan enigmático como extraño. Una belleza oscura que cautiva fácilmente al oído. Las letras nacen sin planteamiento previo ni narrativa, son el desarrollo de una frase que el cazador de palabras alcanzó a atrapar.
El apoyo de Joan Castells –el reverso de Petit– y el interés de la discográfica catalana Foehn Records aceleraron el proceso para que Llorenç diera el paso a un álbum debut. "No había pisado un escenario, en parte por decisión propia, pero sabía que si grababa un disco luego habría una presentación", afirma. Una realidad que obligó a "desnudar" las canciones para revestirlas con un nuevo traje de formación clásica.
En el tamiz del estudio se quedaron los temas con menos electrónica –por aquello de no tocar atado a un ordenador– y los tempos menos extraños. Doce meses de grabación con Castells como productor y responsable de las mezclas y Xisco Vich en la masterización. El resultado –presentado como Tomorrow will come and it will be fine– prepara su salida del horno. "Si te paras y lo piensas, en tres años he conseguido lo que nunca pensé; pero la evolución ha sido muy natural e inconsciente", señala Llorenç.
Con el disco ya en la mano llegará el momento de formar una banda y enfrentarse al directo. "No me veo con madera de líder y sé que el concierto costará mucho más que componer y grabar. A pesar de eso si tiene que salir, saldrá y confío en que pase", confiesa. Cuando suba a un escenario, un micrófono y una guitarra bastarán para borrar de un plumazo los falsos enemigos. Los adversarios invisibles del taekwondo bajo los que se bautizó Poomse.

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