Donde antes -en su debut ‘Tomorrow Will Come & It Will Be Fine’ (Foehn, 2010) de hace unos meses- había introspección, ahora -en este nuevo ‘Star EP’- hay explosión, ganas de abrirse a la luz y al mundo, como las palomas que aparecen en la portada y que estallan luminosas y esperanzadoras en ese fondo negro de desolación. Aunque ya tenga formación de directo -reclutada justo después de la grabación de estas cuatro nuevas canciones-, Llorenç Rosselló toca todos los instrumentos y utiliza el sampleo y el copy-paste para aquello que no puede conseguir por sí solo. Se entretiene y disfruta como un niño. Y eso se nota. Se percibe que, aparte de sanar su interior, crear canciones le sirve como juego, como experimentación. Trabajo, sin duda, laborioso, como de laboratorio. De rebote, además, le salen canciones que aunque puedan ser densas consiguen salir airosas, con mucho fondo y conmovedoras.
Ahora en Poomse ha estallado el groove, elde una de sus pasiones, aparte del folk y el rock a ralentí: esa devoción por el jazz de principios de siglo pasado y el soul de los sesenta. Sin embargo, aún se mantiene ese pulso slowcore, tenso y parsimonioso, de su debut. La canción que abre este regalo, ‘Kitchen Floor Epiphany’, encierra esa inquietud, apoyada por ese juego de desdoblar su propia voz que tanto le gusta. Un rasgueo fino de guitarra y un bajo sutil van tejiendo los primeros compases. Luego, unos violines que podrían acabar siendo catedralicios, que parece que entren para estallar…y no. Son sólo una caricia, algo sugestivo, como gran parte de su discurso. Poco a poco, las percusiones, ligeramente retumbando, van dando matices más graves y tenebrosos y la guitarra, rugiendo como un animal débil malherido, va tensando la atmósfera. Entra la pandereta y el piano traza una melodía triste y hunde sus teclas hasta el estómago. Y de repente, en el clímax llega su fin. Un boceto de canción o una canción hecha de bocetos. Y es que parece ser la ínfima parte de un desarrollo que, si quisiera, podría ser infinito.
La homónima, ‘Star’, es la más pop. La guitarra, irritada, trae el eco de Pixies, pero es aquí donde los aires soul y de cine se asoman por el pulso del piano y de las cuerdas, como si viniesen de un gramófono con Bette Davis en el fondo de la habitación. ‘Heaven’es la más cargada de groove por culpa de esas trompetas incendiarias que le dan dimensión a lo que sería su acercamiento al poderío post-rock. Y, para cerrar, ‘The Elephant In The Room’ es la más cinematográfica. Mantiene la pulsación del suspense como si se tratara de Bernard Hermann pasando la fricción de sus cuerdas por la experimentación del pop, con teclado psicodélico y con unos desenfrenados saxos y trompetas que se la acaban llevando al terreno del jazz más subterráneo de los cuarenta.
Él ha jugado, pasándoselo bomba. Ahora nos toca a nosotros disfrutar y pasarlo en grande con estas cuatro explosivas canciones. Como un puzzle hecho pieza por pieza.